Aunque el nombre suene pintoresco, el servicio no es romántico: los maridos por hora se ocupan de montar muebles, arreglar enchufes, pintar paredes y hasta hacerse cargo de mudanzas ligeras. En Riga varias firmas los ofrecen y la demanda es tal que, según operadores locales, es habitual tener que reservar con semanas de antelación.
El fenómeno dibuja una paradoja: para ciertos solteros puede ser una ventaja encontrar compañía o ayuda fácilmente, mientras que para muchas mujeres locales la competencia por parejas se intensifica. Un video viral de viajes mostró ese contraste y alimentó el debate sobre cómo la demografía transforma relaciones, mercados laborales y costumbres tradicionales en Letonia.
Sociólogos consultados señalan que casos como este son ejemplos claros de cómo las cifras poblacionales modelan conductas y crean ocupaciones inesperadas. El puesto de ‘marido por hora’ se sostiene en la intersección entre necesidad y oferta: habilidades prácticas que antes eran asumidas por la familia hoy se monetizan y se organizan como un servicio urbano. 
Curiosidad con impacto social
En la capital, empresas especializadas reclutan hombres con oficio en carpintería, fontanería o electricidad y los promocionan como solución rápida para emergencias del hogar. Además de tareas técnicas, algunos clientes piden acompañamiento a cenas o actos cuando prefieren no acudir solas. El servicio abre dudas sobre límites profesionales y contextos en los que se ofrece.
Los analistas advierten que la normalización de estos trabajos puede redefinir roles de género y generar oportunidades económicas en un mercado con mano de obra masculina escasa. Para muchos hombres jóvenes es una fuente de ingreso estable para las mujeres, una respuesta práctica a la escasez. El negocio crece y obliga a repensar servicios urbanos básicos